Hoy, dejo volar mi mente y sobre todo mi cuerpo hasta Sierra Nevada, porque hoy sería el plan perfecto.
Hubiese sido perfecto despertarse temprano, tomar un gran desayuno a pie de pistas y sufrir la primera puesta de botas de la temporada…
Maldecir de camino, a la par que guardas el equilibrio cual robot, a quién inventó un calzado tan incómodo…
Sentarte en un telesilla helado, con los primeros rayos de sol granaínos, tan dulces como agradecidos, y al bajar sentir el crujir de las tablas con la nieve, y pensar «Ay Dios mío, ahora tengo que bajar esta pendiente, quién me manda» y comienzas despacito, aplicando la teoría practicada, y sientes como fluye, y te sientes ligero, y rápido y libre…, aprietas un pelín más las botas y miras el mapa… Esa azul, casi roja es nuestra… Y el día, el madrugón, ya tiene sentido…
Y al final del día, casi viene lo mejor, quitarse la botas, sentir que vuelas y te mereces un descanso, con el sol todavía trabajando con fuerza…
Ay Sierra Nevada! Qué buen plan!!!
A la vuelta de nuestra aventura, veremos si es posible y, si queda nieve…
Será posible, y podrá ser hasta acompañados 🙂 Dispuestísima a hacer turnos de telesilla y bajadas!